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12-08-2016

Lenin, vanguardismo y los setenta

 

 


SURda

Opinión

Rolando Astarita

 

 

En una nota titulada “ Las ideas también pueden matar ” (publicada en La Nación del 31/08/11), Ceferino Reato critica las políticas vanguardistas y foquistas de parte de la izquierda de los sesenta y setenta, y escribe: “Los aportes de la izquierda clásica, marxista, incluían a Lenin, que sostuvo que era posible tomar el poder con una vanguardia de revolucionarios siempre que portaran la ideología correcta… No había que esperar, como decía Marx, que el capitalismo se desarrollara hasta desembocar casi naturalmente en el comunismo; una vanguardia podía acelerar ese proceso”. Es significativo que Reato no aporte referencias para justificar lo que dice . Demuestra que prácticamente está “establecido” que Lenin propugnaba una táctica vanguardista, sintetizada en la toma del poder por una pequeña minoría, iluminada y decidida. En otras palabras, el dirigente de la Revolución Rusa habría sido un continuador de Auguste Blanqui, el revolucionario francés del siglo XIX, que confiaba en el papel creador de la violencia, y alentaba la toma del poder mediante una organización armada, centralizada y secreta. Según Reato, Lenin era blanquista, y la izquierda radicalizada argentina asimiló su vanguardismo acríticamente, lo que la llevó al desastre.

En esta nota explico por qué lo que afirma Reato (y comparten muchos otros intelectuales) es equivocado. A fin de evitar falsas polémicas, aclaro que esta nota no pretende defender la política global de Lenin, sino simplemente criticar la tesis su “blanquismo”; y realizar algunas precisiones, tal vez imprescindibles. sobre los balances de la militancia de los setenta.

¿Vanguardismo o política de masas?

La realidad es que lo que afirma Reato no tiene fundamento. La tesis de Lenin sobre la organización de la vanguardia no tiene relación con el blanquismo, como piensa Reato, sino con la necesidad del trabajo político en el seno del pueblo. Marcel Liebman, en Le Léninisme sous Lénine , (París, Seuil, 1973) aporta muchos elementos al respecto; que por otra parte se pueden corroborar leyendo los escritos más importantes de Lenin de los años prerrevolucionarios. La idea leninista es que los trabajadores más activos e interesados por la política, y los intelectuales que rompen con la burguesía, deben organizarse para trabajar política e ideológicamente en el movimiento de masas , no para sustituirlo. Esto se ve muy claramente en el folleto ¿Qué hacer? , escrito por Lenin en 1902. Allí se plantea la necesidad de construir una fuerte organización con vistas a dotar a la acción espontánea de las masas de la mayor eficacia . Por eso también Lenin sostenía que los motivos de lucha y las formas de organización no se inventan en los gabinetes de los revolucionarios, sino surgen del seno de la clase obrera y del pueblo. Este planteo era opuesto por el vértice a la política que defendían por aquellos años los socialistas revolucionarios, de “estimular” las luchas mediante el terrorismo, y realizar acciones “ejemplares” para “desatar la revolución”. La política defendida por Lenin subrayaba que el trabajo revolucionario debía hacerse “ en las masas, por las masas y con las masas ”, y que la vanguardia no podía acelerar artificialmente la lucha de clases.

El mismo criterio rigió la actividad de Lenin en los años que siguieron a la organización del partido. Durante la revolución de 1905 abogaba por organizar la insurrección a partir de la actividad de las masas . Incluso pidió hacer conocer a las masas populares “el estudio de las cuestiones militares”, para introducirlas en las cuestiones prácticas de la insurrección. Luego, en los años del retroceso del movimiento y triunfo de la reacción, insistía en que los socialistas debían vincularse con las masas trabajadoras. La participación de los bolcheviques en el Parlamento zarista (la Duma) se explica por esta misma orientación: había que aprovechar los resquicios legales para difundir consignas e ideas. Que es lo opuesto a una política blanquista. Cuando triunfa la revolución de febrero de 1917, Lenin no cambia esta orientación. En las Tesis de Abril plantea que los Soviets debían proponerse la toma del poder, pero subraya que era necesario convencer de ello a las masas obreras y campesinas . Explicaba por entonces que cuando las masas son libres, toda tentativa de emprender lo que sea en nombre de una minoría, sin un trabajo de explicación entre las masas, sería “blanquismo absurdo”, y constituiría una aventura. “Explicar pacientemente”, era la tarea de la hora. En julio de ese año, cuando gigantescas manifestaciones en Petrogrado reclamaban la caída del gobierno de los mencheviques y social-revolucionarios, la postura de Lenin (también del partido) fue contener el movimiento, porque las condiciones en el resto del país no estaban maduras . En agosto de 1917, cuando el movimiento de masas entra en un momentáneo reflujo, propone que el partido continuara su tarea de esclarecimiento y organización. Todavía a comienzos de septiembre afirmaba que la tarea principal era “explicar a las masas que la situación es extremadamente crítica”, y que una sublevación prematura podría ocasionar el mayor de los males. Solo cuando la marea comenzó a inclinarse de nuevo del lado de los revolucionarios , Lenin se orienta a la preparación práctica de la insurrección. Y había datos objetivos que indicaban que la situación se revertía: los bolcheviques ganaban la mayoría en los Soviets de las grandes ciudades, y las masas campesinas se sublevaban. En palabras de Victor Serge, “a principios de octubre surgía la revolución por todas partes, espontáneamente; los disturbios agrarios extendíanse por todo el país… Los campesinos… están decepcionados, se rebelan, se apoderan de las cosechas de los propietarios rurales, incendian las residencias de éstos. (…) Los Soviets se transforman. Ciudadelas hasta entonces de los mencheviques y socialistas revolucionarios, se bolchevizan” (Víctor Serge, El año I de la Revolución Rusa ).

La propia insurrección no hubiera sido posible sin este ascenso de la marea revolucionaria, que permitió superar las resistencias de sectores importantes de la dirección del partido bolchevique al asalto final del poder. Lenin no hubiera convencido al partido de que la insurrección era posible y necesaria si no hubieran existido estas condiciones objetivas. En aquellos días Lenin repetía que las masas estaban “infinitamente más a la izquierda que el Partido, y éste más a la izquierda que su Comité Central” (véase León Trotsky en Historia de la Revolución Rusa ). Y aún en ese escenario, no dejaba de señalar las diferencias con el putchismo revolucionario, propio de las vanguardias elitistas. Escribía: “Para ser exitosa la insurrección debe apoyarse, no en un complot, ni en un partido, sino en la clase avanzada. Esto en primer término. La insurrección debe hacer pie en el ímpetu revolucionario del pueblo. Esto en segundo lugar. La insurrección debe hacer palanca en un recodo de la historia de la revolución creciente, en el momento en que la actividad de las masas populares alcanza su más alto nivel, y que coincide con el instante en que también alcanzan el suyo las vacilaciones de las filas enemigas… Y estas tres condiciones para plantear la cuestión de la insurrección diferencian al marxismo del blanquismo” (“Marxismo e insurrección”, 13-14 de septiembre de 1917). Por eso también Trotsky anotaba que “cuando fue indudable que la mayoría de obreros y soldados de Petrogrado ya apoyaba a los bolcheviques, la temperatura pareció haber alcanzado el punto de ebullición. Justamente entonces Lenin proclama la necesidad de un levantamiento inmediato” ( Historia …). Y como si escuchase a los Reato de hoy, Trotsky desmiente la idea de que la insurrección pueda reducirse a un “complot” de la vanguardia organizada en partido . Es que en vísperas del derrocamiento del Gobierno provisorio la situación era tan favorable a los revolucionarios, que no hubo siquiera necesidad de convocar a la huelga general. Por eso dio la impresión de que se trató de un “complot”, cuando en realidad se estaba asistiendo a un movimiento revolucionario de mayoría abrumadora. “… si los bolcheviques a último momento consiguieron reducir a un ‘complot' la lucha por el poder, no se debió a que fuesen una pequeña minoría, sino a que con ellos, en los barrios obreros y en los cuarteles, militaba una aplastante mayoría, férreamente nucleada, organizada y disciplinada” ( Historia …).

Señalemos por último que la orientación hacia el trabajo de masas no se modificó durante la Tercera Internacional. Puede verse, por ejemplo, la crítica de Lenin a los ultraizquierdistas, en 1921, porque querían apurar a toda costa la ofensiva revolucionaria en Alemania y otras partes de Europa, en lugar de abocarse a la tarea de ganar la mayoría de la clase trabajadora.

Para el balance de los setenta

Lo que dicen Reato y otros intelectuales acerca del “blanquismo” de Lenin pone en evidencia no solo ligereza en el análisis, sino también la forma sesgada en que se interpretan debates que definieron cursos de acción, y que no se redujeron al de las organizaciones armadas en la izquierda radicalizada . Es que leyendo a Reato, y a otros que se dedicaron a investigar aquellos años, pareciera que hubo solo una izquierda revolucionaria, la que tomó las armas. Sería una izquierda “vanguardista”, que habría errado en su estrategia y política, luego de haberse nutrido de un Lenin igualmente “vanguardista”, y equivocado. Una moraleja de la historia es que, habiéndose tomado conciencia de la equivocación, hoy solo queda plegarse al estado de cosas y conformarse con apoyar a “la K-burguesía nacional”. O blanquismo insurreccionalista, o capitalismo; no hubo, ni hay otra posibilidad, parece decir este balance. Pero lo cierto es que hubo más que eso, ya que en los sesenta y setenta actuaron organizaciones y militantes que rechazaron tanto la salida vanguardista, ultra, como el camino de conciliación con la burguesía en que estaban embarcados algunos, como el Partido Comunista. Y lo hicieron, entre otras cosas, porque también se nutrieron de las tradiciones del marxismo, incluidas las lecturas del Qué hacer, y otros trabajos leninistas.

Con esto no estoy diciendo que todo lo que hizo esta izquierda (en la que milité) haya sido correcto. Estoy muy lejos de ello; soy crítico de muchas de aquellas posiciones. Sin embargo, reivindico una política que buscó, con todos sus errores, abrirse un camino alternativo al de las organizaciones armadas, pero dentro de la izquierda crítica y radicalizada. Y es en este punto que la lectura e interpretación de los escritos de Lenin adquirieron, a fines de los sesenta, una relevancia difícil de exagerar. ¿Qué rol cumplía la agitación? ¿Cómo debía actuar la vanguardia? ¿Debía ser “catalizadora” de las luchas sociales? No existieron respuestas homogéneas, y mucho menos homogéneamente blanquistas. Hubo otras lecturas, con conclusiones distintas de las que sacaron los compañeros que conformaron las organizaciones armadas. La polémica sobre si había que apostar a la “huelga general insurreccional”, y para ello había que trabajar a largo plazo en el movimiento de masas; o si la lucha armada se iniciaba “como reacción defensiva de las masas y de su vanguardia”, y había que construir un ejército revolucionario, estuvo alimentada por las tradiciones teóricas y políticas del marxismo. En este respecto, llamo la atención sobre dos libros que tratan este proceso en referencia al surgimiento del PRT. Se trata de El PRT-ERP. Claves para una interpretación de su singularidad (Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperación, 2006), de Eduardo Weiz; y Los combatientes. Historia del PRT-ERP, de Vera Carnovale (Buenos Aires, Siglo XXI, 2011). Ambos brindan al lector una pintura más rica y matizada (más concreta), que la que se desprende de la concepción que estoy criticando en esta nota. Es necesario superar la visión lineal, predominante en muchos círculos, de la manera como se elaboraron proyectos y se asumieron posturas. Es imprescindible para que podamos hacer balances. Pienso que los socialistas tenemos mucho por aprender de estos balances.

Fuente: https://rolandoastarita.wordpress.com/2011/09/04/lenin-vanguardismo-y-los-setenta/